Les Diaboliques

“Tu crois pas à l'enfer, n'est-ce pas?”

Las décadas gloriosas de Hollywood, las de los años 30 y 40 del pasado siglo, no alumbraron, en lo sustancial, ningún género nuevo, pero sí que delinearon y amoldaron un buen número de ellos, hasta dotarlos de una consistencia y unas señas de identidad con las que ya quedaron definidos de una manera clara y rotunda.
Entre ellos, muy especialmente, el cine negro, cuyas muestras cimeras se ubican en dicho periodo, contribuyendo con ello a que, dicho género, sea contemplado como un producto genuinamente americano.
Pero en Europa se aprendía rápido y bien, y no faltaban cineastas dispuestos, con toda valentía, a afrontar el suspense criminal como una asignatura en la que probar suerte.
A partir de los años 60, la representación de la mujer en algunos textos fílmicos ha dejado de ser una figura sublime, para convertirse en una imagen del horror.
Esto es, el cuerpo femenino se ha transformado en el receptáculo del goce del psicópata.
El relato fílmico se construye, tanto a nivel de historia como de discurso, bajo la mirada gozosa del psicópata.
De tal forma, la estructura narrativa está sujeta a la mirada siniestra de este “personaje-héroe” que ejerce todo tipo de violencia-perversa sobre el cuerpo femenino y la familia.
El perverso narcisista es una persona sin capacidad de empatía real.
Su empatía es más bien utilitaria, pues sólo reconoce las necesidades del otro en la medida que sirvan a su propio beneficio.
Las relaciones de acoso que establecen los perversos narcisistas se desarrollan en 2 fases:
Primero la seducción y luego la violencia.
La seducción se produce a través de un proceso de influencia y dominación.
En este proceso de seducción en una sola dirección, el perverso procura fascinar sin ser descubierto, a través de una conjura de la realidad y una manipulación de las apariencias.
El dominio se produce a través de 3 ejes de control, que tienen un componente destructor, que anula el deseo y la especificidad de la víctima:
1. Una acción de apropiación mediante el desposeimiento del otro.
2. Una acción de dominación que mantiene al otro en un estado de sumisión y dependencia; y
3. Una acción de discriminación que pretende marcar al otro.
Por su parte, la violencia del perverso es indirecta, no deja marcas físicas ni heridas, pero sí daños psicológicos que pueden ser de por vida.
Esto constituye un tipo de acoso moral, es decir una repetición frecuente, intencionada, indirecta e invisible, convirtiéndose en algo netamente diabólico.
Este último término se aplica a la cosa o persona que tiene o muestra una maldad muy grande, que es muy difícil de entender, resolver o dominar, y cómo no; relativo al diablo, excesivamente malo y amalgamado por la soberbia, de naturaleza muy complicada
“Nous sommes des monstres, Dieu n'aime pas les monstres”
Les Diaboliques es una película de suspense y terror, dirigida, producida y coescrita en 1955, por Henri-Georges Clouzot.
Protagonizada por Simone Signoret, Véra Clouzot, Paul Meurisse, Charles Vanel, Jean Brochard, Thérèse Dorny, Georges Chamarat, Michel Serrault, entre otros.
Les Diaboliques cuenta con un guión a cargo de Henri-Georges Clouzot y Jérôme Géronimi, basados en la novela “Celle Qui N'etait Plus” (1952) de Pierre Boileau y Thomas Narcejac.
Les Diaboliques se rueda en exteriores de Bressiure, Niart y Valle d'Arvay, Francia; y en Franstudio.
“Una pintura siempre es lo suficientemente moral cuando es trágica, y refleja el horror de las cosas que describe”
Con esta maravillosa cita del escritor francés Jules Barbey d'Aurevilly comienza lo diabólico de este relato, la perversidad del individuo en su inagotable manifestación.
Les Diaboliques es un recorrido visual por las distintas secuelas psicológicas del acoso moral, y las pasiones que la conducen hacia ella, hasta que la llama de la vida se extingue con cierta ambigüedad, dejando al “descubierto” lo sugestivo de su trama.
De hecho Les Diaboliques puede ser considerada como seminal en lo que al terror psicológico se refiere.
La gracia reside sin dudas en el libreto y, al mezclarse con buenos ingredientes, el producto final es muy superior a la suma de sus partes.
Básicamente, Les Diaboliques es una conspiración salpicada de toques sobrenaturales, en donde el fin primordial es que, la víctima de turno, cometa un determinado acto irracional después de un estudiado operativo para enloquecerla.
Pero el componente fundamental es el aspecto pseudo-sobrenatural de todo el asunto:
El muerto que vuelve de la tumba, o la presencia fantasmagórica que acosa al homicida.
¿Se trata realmente de un fantasma, o es que el protagonista se está volviendo loco?
“Celle Qui N'etait Plus” es la primera de las obras firmadas por Pierre Boileau y Thomas Narcejac, publicada en Francia en 1952 y que fue rápidamente traducida al inglés, convirtiéndose en un best-seller.
La novela, que comienza con un crimen, acaba transformándose en una compleja y tensa historia de intriga, en la que el protagonista principal comparte los miedos y temores, que sufren también los lectores, a medida que avanzan en la trama. Uno de los aciertos del libro es la obsesiva narración de cada uno de los movimientos y acciones que realiza uno de los protagonistas, remarcados por las preguntas que van invadiendo su mente, y que son las mismas que nos hacemos quienes quedamos atrapados en las páginas de la novela, imponiendo una fórmula imitada por otros autores.
Dicen que Clouzot se le adelantó por unas horas, después de que Sir Alfred Hitchcock hubiera hecho una primera oferta a los escritores, quienes acabaron firmando con su compatriota.
Ilusionados por haber llamado la atención del mago del suspense, los escritores le prometieron al “Maestro del Suspense” crear una historia expresamente para él.
Ese libro se tituló “d'Entre Les Morts” y acabó convirtiéndose en la mítica “Vertigo” (1958) uno de los grandes clásicos del cine.
Cito “Vertigo” (1958) porque, de alguna manera, viene siendo “hermana” de Les Diaboliques.
Es difícil explicar algún detalle del argumento de esta curiosa adaptación.
El propio Clouzot se encargó de avisar, una y otra vez en la publicidad, los avances e incluso en la misma Les Diaboliques, para que nadie contara nada de la historia, mucho menos del final, y así la sorpresa de los espectadores fuera total.
En Les Diaboliques encontramos una fenomenal fotografía, en blanco y negro, de Armand Thirard, un hombre con un gran trayecto profesional en el cine francés, y creando con la cámara una atmósfera oscura y tenebrosa, lo mismo hay que decir de la banda sonora, dirigida por Georges Van Parys, magnífica y angustiosa a la vez.
Les Diaboliques es una obra artesanal sin efectismos ni sustos fáciles.
Un misterio que se va cociendo a fuego lento, preparando al espectador para un final incierto.
Todo el relato exuda amoralidad por los 4 costados y, en todo caso, lo que exime de la recriminación a la dupla de actrices Clouzot/Signoret es que las mujeres se enfrentan a un antagonista mucho más despreciable que el acto horrible que van a cometer.
Les Diaboliques es una autentica obra maestra del suspense, con retorcido argumento que nos sacude con sus morbosas variantes del género policial con toques de cine negro.
El guión está magníficamente concebido, lleno de intensidad en sus circunstancias y un desenlace con vuelta de tuerca incluida que deja helado.
La puesta en escena es maravillosa, los actores están soberbios en sus respectivos roles, la intriga y la elucubración se hacen protagonistas, insoslayables, de uno de los thrillers de sangre fría mejores forjados de la historia de la cinematografía universal.
Les Diaboliques absorbe en todo momento con sus situaciones, donde nada es como parece ser, donde se debe desconfiar hasta de su propia sombra, porque es una gran equivocación confiar en el ser humano.
La traición, la maquinación mortuoria, la tensión, y los nervios propios del acecho psicológico de la conciencia, la vil mentira y la estrategia, son los ingredientes que nutren a este menú cinematográfico de primerísimo nivel.
Les Diaboliques crea una atmósfera terrorífica que suma elementos de horror, violencia de género, dominación, traiciones, infidelidades, sometimiento físico, autoritarismo, arbitrariedad, algo de masoquismo y lesbianismo, como despotismo.
Abundan los malos tratos verbales contra los chicos, el personal de servicio y los profesores.
La situación se hace gradualmente insoportable.
“Qu'il y a des choses difficiles à avaler et c'est pas du poisson que je parle!”
Atendiendo a la, no por lógica menos curiosa petición que el cartel final de Les Diaboliques, después de su último plano, nos hace, me he abstenido, en la sinopsis, develar el final de la historia:
Sería, en este caso por mandato expreso, una tremenda falta de educación, rayana en el “insulto cinematográfico”
La acción principal tiene lugar en un colegio privado de provincias, aislado, para muchachos internos, en donde se imparten clases del primer ciclo de secundaria para chicos entre los 10 y los 14 años.
Christina Delassalle (Véra Clouzot) es una acaudalada mujer de origen venezolano, con graves problemas cardíacos, es la esposa de Michel Delassalle (Paul Meurisse), un “bon vivant”, descarado y mujeriego, con el que comparte, además de la dirección de un elitista, aunque un tanto venido a menos, colegio privado.
La amante de Michel es Nicole Horner (Simone Signoret), profesora del mismo colegio, una mujer de fuerte carácter y presencia física poderosa y rotunda.
Ambas mujeres son víctimas frecuentes de los desplantes, y malos modos de Michel, que no guarda recato alguno en jugar a la vez con las dos, aun en presencia de los internos y sus demás profesores.
Hartas de la situación, Christine y Nicole deciden poner fin a la misma mediante el método más expeditivo que se les puede ocurrir:
Eliminarlo físicamente.
Para ello, trazan un plan perfectamente medido, cuya ejecución llevan a cabo sin mayores contratiempos, hasta que los nervios empiezan a hacer mella, de forma cada vez más acusada, en la asustadiza Christina, que es incapaz de rehusar, inane ante los acontecimientos, a los poco claros servicios que Alfred Fichet (Charles Vanel), un ex comisario jubilado que le ofrece con no se sabe qué intereses, más allá de lo crematístico.
La intervención de éste empieza a aclarar ciertos puntos, pero Michel, un supuesto cadáver, empieza a aparecer, misteriosamente, cada vez en más lugares... y hace que Les Diaboliques derive hacia un desenlace de puro terror y suspense.
Así de entrada, Clouzot tomó las riendas de la producción haciendo cambios en la novela:
El primer cambio evidente con respecto al libro es el de roles:
El personaje enfermizo de la novela, Francisco Ravinel, pasa a convertirse en Christina.
El propio director lo quiso así para ofrecerle el papel a su esposa, Véra Clouzot, uno de los grandes aciertos de Les Diaboliques:
La actriz acaba llevando el peso de la historia hasta el sorprendente final.
Para el personaje de Nicole se contrató a Simone Signoret, ya convertida en mito cinematográfico, y que marcó un registro apropiado para darle mayor suspense a la trama.
Paul Meurisse se hizo cargo del odioso Michel, interpretación que le marcó para siempre con uno de los personajes más detestables de la historia del cine.
Otro cambio importante fue el del final, diferente y más apropiado para una historia, que ya resultaba lo bastante polémica como para que, encima, se mantuviera el presunto “happy end” de la obra original.
Clouzot se tuvo que enfrentar a la censura en algunos países en los que se cortó parte del metraje para tapar la tan descarada relación adúltera, y otros temas.
En el guión escrito junto a Jérôme Géronimi, se evitó sin embargo, la relación lésbica entre las protagonistas, ya que incluirla hubiera sido desmesurado para el puritanismo de la época, con el “ménage à trois” ya había suficiente para encender las hogueras.
Quienes quedaron satisfechos fueron Boileau y Narcejac.
Entusiasmados con la adaptación, acabaron incluyendo una pequeña introducción en ediciones posteriores del libro, justificando la labor del cineasta, al ser, el cinematográfico, un lenguaje diferente que requiere de otros recursos.
Tampoco debieron olvidar que el tremendo éxito cosechado tras el estreno, junto a la polémica generada, reactivó las ventas del libro haciéndoles ganar mucho dinero y convirtiéndoles en un filón editorial.
“C'est toujours celui qui sait nager qui se noie.
Parce que celui qui sait pas il se tient loin du bord”
Entre las anécdotas que circulan sobre Les Diaboliques destaca una sorprendente coincidencia relacionada con Véra Clouzot, quien tuvo un final idéntico al de su personaje.
Increíble el trío protagonista, empezando por Paul Meurisse, dando vida a Michelle Delassalle, un personaje sádico y violento.
Paul Meurisse es el que destila egoísmo y crueldad por todos los poros, pero lo camufla bajo una radiante máscara de falsa caballerosidad.
Simone Signoret, como Nicole, esa amante fría y decidida, brilla al servicio de una composición tan contundente como creíble.
La Signoret es algo estoica, pero quizás sea eso lo que requiere el papel, uno llega a la conclusión que, si no fuera por el déspota del marido, estas dos mujeres jamás hubieran sido amigas en la vida real.
Véra Clouzot, metida en la piel de Christina, esa esposa enferma y sumisa, la “esposa del jefe”, no lo olvidemos, una mujer de aspecto frágil y quebradizo, y de belleza serena, cuyo desvalimiento físico y afectivo, mueve a la compasión casi permanente-
Aun que está bastante por encima de sus evidentes limitaciones técnicas, Vera Clouzot parece una versión más fresca y femenina de la Garbo, una lástima que repitiera la historia del filme en la vida real, como cité, y falleciera del corazón a los 46 años de edad, y en Les Diaboliques, compone a su personaje como una mujer común y decidida, con raptos de flaqueza cuando debe lidiar con un monstruo al que le teme.
Insuperables los 3, sin lugar a dudas.
Pero también destaco al veteranísimo Charles Vanel, como Alfred Fichet cuyo papel de viejo comisario retirado, servirá de catalizador para el desenlace de ese inmenso barullo en que desemboca la trama, Vanel le da ocasión para brillar, dentro de lo modesto y limitado de su aportación.
A modo de curiosidad, uno de los alumnos del colegio, era ni más ni menos, el que más tarde se convertiría en todo un fenómeno social de la canción francesa, me refiero al mítico Johnny Hallyday, para algunos incluso el equivalente francés de Elvis Presley, y aquí en Les Diaboliques con apenas 12 años.
“La femme vertueuse se plait à contempler l'aurore, n'est-il pas vrai?”
¿Dónde radicaba, pues, su originalidad y, más acusadamente aún, su carácter transgresor?
Primero:
Clouzot no es Hitchcock, pero si Les Diaboliques la hubiera firmado Alfred Hitchcock, estaríamos hablando de su mejor obra.
Fundamentalmente, Les Diaboliques posee 2 aspectos importantísimos:
El primero, el hecho de que las confabuladas sean las 2 mujeres, tengo mis muy serias dudas sobre si ambas son tan diabólicas como el título plantea, o más bien estamos ante una “diabolizante” inductora y una “diabolizada” inducida, como parece marcar el dibujo de carácter de los personajes, con las evidentes connotaciones de transgresión moral que ello conlleva:
El lesbianismo, aun con toda la sutileza formal con que se nos ofrece en la pantalla, no hay el más mínimo atisbo de contacto físico entre las dos protagonistas a lo largo de todo el metraje, no era un tema fácil de admitir para la época en que nos hallamos, mediados de los 50.
Ojo con la ambigüedad del título: “Les Diaboliques”
¿A quién o quienes alude?
Y el segundo, su retruécano final, esa doble vuelta de tuerca postrera, que, con un giro y otro giro, subvierte todo el hilo argumental que se ha venido desplegando en su desarrollo precedente, algo que el cine de suspense más reciente ha explotado hasta la saciedad, pero que, por aquel entonces, constituía un mecanismo francamente novedoso.
“Je ne peux pas dormir à côté du Niagara”
Les Diaboliques cuenta con unas escenas, que son verdaderamente inigualables, y la de la bañera, por ejemplo, es ya para la historia.
Les Diaboliques está plagada de situaciones de alta tensión como:
Drogar al malvado protagonista... aunque la esposa dude a último momento de darle el vaso de whisky intoxicado.
El complicado proceso de deshacerse del cadáver en mitad del colegio a medianoche.
El suspenso por el descubrimiento fortuito del cuerpo... el cual nunca aparece.
Y todas las pruebas sobrecogedoras de que alguien está rondado el lugar, y utiliza las cosas del desaparecido.
Clouzot domina el ritmo, de manera que el “tempo” de la acción, se adecua en todo momento a la alternancia de los distintos pasajes; su puesta en escena, aun sin grandes alardes, es más que correcta:
Juega sabiamente con los contrastes entre interiores y exteriores, así como acierta plenamente en la atmósfera física, que da tono y contextura a Les Diaboliques, recalcando la importancia que, como elemento dramático, tiene el agua a base de un nublado permanente en la ambientación, no hay una sola escena soleada, predominando siempre un tono de penumbra; y todo ello, a su vez, se ve magníficamente realzado por la turbiedad de una fotografía, en blanco y negro, muy lograda.
Si a todo ello se une una excelente utilización de los contrapuntos, tanto de acción como de personajes, nos terminamos hallando ante un film técnicamente bastante logrado.
Es curioso notar cómo el agua juega un papel fundamental en toda la historia.
En general el agua se suele asociar con el nacimiento y el bautismo, el cual no es sino el nacimiento a una nueva religión.
Aquí el agua es una suerte de rito de pasaje en donde el factor desequilibrante, el marido, pasa a otro plano, y las protagonistas quedan en soledad, siendo acosadas por sus propias conciencias.
Cuando esa puerta se abre nuevamente, es en sentido inverso:
Una persona regresa de la muerte y otra se va, cerrando el proceso de expiación de sus propias culpas.
También es cierto que las personas que quedan en medio de ese proceso de apertura y cierre de puertas, la esposa y la amante, carecen de integridad moral como para resultar rescatables:
Nada les impedía que tomaran el Citroen 2CV, y se perdieran en la campiña francesa, lejos del individuo que las torturaba.
En todo caso, la Signoret y la Clouzot, reciben su merecido por elegir la opción más fácil, pero violenta, para mantener la vida que estaban llevando, y quizás iniciar la reprimida relación lésbica que el guión no se atreve a reforzar.
A final de cuentas, si la Signoret colabora en el complot del asesinato, es porque desea quedarse con el “puesto” del marido de la Clouzot.
Me pareció genial la escena en la que la esposa se desmaya frente a la piscina…
¿Fue porqué encontró el cadáver del esposo?
No, fue porque no lo encontró.
Y de eso, nos enteramos de la manera más simple, con un plano general que enseña la piscina vacía.
Sin más artificios, sin música estridente.
Sin embargo, este es un momento que engancha definitivamente a Les Diaboliques, y a partir de ese instante, ya no se puede abandonar la historia.
Unas mujeres desvalidas, en apariencia, pero que han apurado su vaso de la resignación y de la paciencia:
Una fuerte y decidida, la otra, con los nervios deshechos, transmitiéndote su angustia y su miedo sin darte ni un respiro.
Hasta los objetos y los lugares participan de la conspiración para inquietar hasta el ataque de nervios:
La bañera, los jardines, las sombras, los rincones, las puertas cerradas, la piscina, los mismos niños...
¿Acaso a la hora de la verdad, el más maquiavélico del trío era… que ha fingido su muerte, y se ha librado de su pareja y de su “amigo”, consiguiendo así una nueva vida?
Después de todo, tiene suficiente dinero como para comprar el silencio de quienes deben de certificar y comprobar su muerte.
Tal vez lo previó todo y reaccionó en consecuencia.
Eso explicaría la oportuna aparición del policía.
Párrafo aparte, para última escena del niño luego de romper el vidrio de la ventana de un piedrazo.
El breve diálogo con un profesor nos pone en presencia de otro final, esta vez abierto, dentro del genial desenlace que caracteriza Les Diaboliques.
“Et bien crève, ma chérie, crève bien vite.
On te fera un bel enterrement, et on sera bien débarrassé.
La boutique s'en portera pas plus mal, et moi je m'en porterai bien mieux”
Les Diaboliques nos muestra perfectamente lo que es la violencia perversa en este caso en el seno familiar, tema cada día más ampliamente estudiado por especialistas de todo tipo:
La posibilidad de destruir a alguien sólo con palabras, miradas o insinuaciones, es lo que se llama “violencia perversa” o “acoso moral”
Estas insidiosas agresiones proceden de la voluntad de desembarazarse de alguien sin mancharse las manos.
Es una violencia indirecta sin marcas ni heridas, con daños psicológicos que pueden ser de por vida.
El acoso es una repetición frecuente, intencionada, destructiva, invisible.
Un fenómeno de destrucción de otra persona indirectamente, a lo largo del tiempo y frecuentemente; que la llevan a cabo unos individuos, llamados “perversos narcisistas”
La víctima cae en su trampa, no por masoquismo o sufridora, sino porque el nivel de perversión es tal que le impide entender este tipo de situaciones.
Les Diaboliques es una perfecta partida de póker en la que no falta ninguna jugada:
Pareja de reinas, as de picas, trío, doble pareja insospechada, escalera tenebrosa y un diabólico full para rematarlo todo...
En fin, que la partida resulta asfixiante y llena de adrenalina, esperando que alguien no pueda soportarlo más...
Diabólica hasta el minuto final, en el que, cada uno puede escoger quién ha ganado la mano, y quién tenía escondido el triunfo final...
Yo apuesto por el as de corazones...
Al fin y al cabo, sería lo más diabólico.
Y lo más justo...

“Ne soyez pas diaboliques!
Ne détruisez pas l'intérêt que pourraient prendre vos amis à ce film.
Ne leur racontez pas ce que vous avez vu.
Merci pour eux”



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